El Ave Cantora Y La Flor

by Chip Brogden

(traducción de Miguel Gonzalez)

En una tierra no muy lejana vivía una pájara cantora. Por su apariencia exterior, esta ave cantora no era diferente de las demás. Tenía plumas azules, el pecho blanco, y una cola amarilla. ¡Pero ella tenía además un don especial!

Su don fue descubierto un día de manera accidental. Ella disfrutaba cantándole al Señor y adorándole en todo momento. Era su costumbre levantarse temprano para ver el amanecer y pasar un tiempo adorando al Señor. Ella hacía esto cada mañana desde que era una pichoncita.

Su canto llegó inusualmente lejos una mañana. Su vecino, la ardilla, estaba sentado en su pequeña silla reclinable con una taza de té, leyendo el periódico, ¡cuando de repente esta magnífica canción se dejó escuchar a través de la ventana! “¡Tengo que saber de dónde proviene esto!” exclamó él. Saltando de su silla, corrió hacia fuera al campo, buscando la fuente de esta hermosa música.

Además, en el mismo momento, una cierva paseaba en el bosque y escuchó la misma dulce melodía. ¡Qué canto!, exclamó ella. “Me preguntó de ¿dónde vendrá?” y ella también, comenzó a buscar de dónde venía esa música.

El ave cantora, por supuesto, era ajena a la emoción que ella estaba generando. Ella permanecía sumergida en su adoración cuando de repente la ardilla llegó al sitio, seguida por la venada – ¡y casi una docena de animales!

“¿Dónde aprendiste a cantar de esa manera?” le preguntaron todos con gran admiración.

El ave cantora se encogió de hombros. “Yo siempre canto así cuando quiero darle alabanza al Señor. Espero no haberlos molestado”.

“¿Molestarnos?” respondió la cierva. “¡Pero si pensamos que es maravilloso! Es muy estimulante escuchar un canto tan hermoso en la mañana. ¡Tú de veras tienes un don!

“¿Lo tengo?” respondió el ave cantora.

“¡Por supuesto!” dijo la ardilla. “Dios te bendijo para bendecir a otros, y no deberías permitir que ese don se desperdicie. ¡Tú tienes un llamado especial!” y los demás animales estuvieron de acuerdo.

“Yo no quiero desperdiciar mi don”, respondió el ave. “¿Qué debo hacer?”

“Ven con nosotros al servicio de la iglesia hoy por la mañana”, dijo la cierva. “¡Le hablaré al pastor acerca de ti y él te dejará cantar para la congregación!”

El ave cantora no estaba segura de qué hacer con toda esta atención que estaba recibiendo, pero ella no quería malgastar su don, y ciertamente quería bendecir a otros con lo que ella había sido bendecida. Así que ella accedió a ir.

* * *

Por supuesto que la congregación de los animales fue bendecida por el canto del ave cantora, y ella era una bendición tal que fue invitada a cantar todos los domingos por la mañana. El pequeño grupo comenzó a crecer como resultado de la hermosa voz del ave cantora. En muy poco tiempo el ave cantora se convirtió en la líder de alabanza. No solamente era la responsable por seleccionar la música y liderar el servicio de adoración, sino que además debía conducir el ensayo del coro dos veces a la semana e impartir clases de vocalización a la hija del pastor (el cuervo) para que así ella pudiese algún día cantar tan bien como lo hacía el ave cantora.

Un domingo por la mañana llegó un grupo de águilas, escucharon al ave cantora, y la observaron detenidamente. Después del servicio, ¡las águilas se reunieron alrededor del ave cantora y comenzaron a profetizar! “El Señor te dice que tienes una unción especial, ¡y que Él te dará un ministerio internacional!” Como era de esperarse, el ave cantora estaba muy emocionada con todo eso, pues ella quería utilizar su don y quería ser una bendición. Otro miembro de la iglesia, el zorro, le ofreció grabar su música y ponerla en un CD. “De esa manera”, le explicó, “podrás alcanzar a más animales y sedr una bendición para las criaturas de Dios por todo el mundo. ¡Eso es lo que el Señor quería decir cuando dijo que Él te estaba dando un ministerio internacional!”

Mucho antes de que el CD saliera a la venta, el zorro ya lo había promocionado alrededor del mundo. Las órdenes de compra comenzaron a llegar, y todo el mundo decía que estaba siendo bendecido por la música del ave cantora. ¡Luego siguieron las invitaciones! “¿Está disponible el ave cantora para venir a nuestra iglesia?” Todo el mundo quería su propio espectáculo en vivo, y el zorro se encargó de todo.

“¡Felicidades!” le dijo el zorro al ave cantora. “Tienes la agenda llena de ministraciones todas las semanas de aquí a los próximos dos años, y tus CD están en las discotiendas en todo el mundo. ¡Ahora puedes estar en el ministerio a tiempo completo. El Señor realmente te ha bendecido!”

Así que el ave cantora tomó su itinerario de manos del zorro y comenzó a viajar por todo el mundo para satisfacer las exigencias de su agenda ministerial de tiempo completo. Incluso el zorro le hizo una mochila especial para que ella pudiera llevar con ella todos sus CD y su material del ministerio y de esa manera recaudar dinero para su ministerio.

El ave cantora cantó en servicios de iglesia, en reuniones, convenciones y conciertos. Ella realmente disfrutaba reunirse con todos los demás animales, y aún disfrutaba cantar. Pero estaba comenzando a sentirse algo cansada de estar todo el tiempo batiendo sus alas para ir de un evento ministerial a otro, y su voz pareció comenzar a perder algo de su anterior fortaleza y pureza por utilizarla todo el tiempo, pero ella aceptó eso como parte de lo que significaba cumplir con el llamado de su vida. Además, nadie parecía notarlo. Todo el mundo la tenía en gran estima, la amaba, y quería estar cerca de ella.

* * *

Pasó el tiempo, y el ave cantora se hizo más y más popular. Tenía un edificio para su ministerio, un equipo ministerial, y compañeros de ministerio por todo el mundo. Su nuevo CD estaba próximo a salir, y todo el mundo lo esperaba con gran anticipación. Ella era un ave cantora muy ocupada, volando por todos la dos para mantenerse cumpliendo con su agitado ministerio, pero tener que llevar con ella todos esos CDs y recursos ministeriales sobre su espalda era una carga constante, y ella se cansaba con facilidad.

Un día estaba viajando a su siguiente compromiso para cantar y se halló a sí misma sobrevolando un cañon en medio de la nada. Agotada de tanto volar, decidió que ese sería un buen lugar para detenerse y descansar sus alas un rato. ¡Lejos allá abajo miró un preciosa flor de una belleza indescriptible! Así que descendió en círculos alrededor de la flor y aterrizó muy cerca de ella.

¡Era una flor muy hermosa flor! Tenía pétalos redondeados de muchos colores – amarillos, azules, rosa, y blancos – y hojas doradas. Ella nunca había visto nada parecido en todos sus viajes alrededor del mundo. ¡Y su fragancia! Nada que hubiera olido se parecía, y éste era por mucho el mejor perfume que jamás había olido. Y sim embargo allí estaba ella, creciendo en una grieta en el fondo del suelo de un cañon rocoso, ¡en medio de la nada!

“¡Hola pequeña flor!” dijo el ave cantora. “Estaba volando por encima de este lugar y admirando tu belleza, así que pensé que podría visitarte por un momento. Ciertamente eres la flor más hermosa que he visto jamás, y pienso que no existe en todo el mundo una flor como tu”.

“El Señor ha sido muy bueno conmigo”, respondió la flor agradablemente. “¿Quién eres tú, y hacia donde vas?”

“Soy la Reverenda Ave cantora y voy en camino a inistrar en una reunión al otro lado de este cañon. ¿Quizás has escuchado alguno de mis CDs, o me has visto en televisión?”

“No no lo creo”, dijo la flor. “Estoy bastante sola aquí en el cañon, y no tengo mucho contacto con el resto del mundo. Como puedes ver, no tengo alas que puedan llevarme a cualquier lugar”.

“Eso es una lástima”, dijo el ave cantora. “Pues eres una flor tan hermosa, y despides tan agradable aroma. El Señor te ha bendecido para ser de bendición, ¡y no obstante tus dones no han sido utilizados como deberían! ¿Por qué no vienes conmigo a la iglesia, para que los demás animales puedan ver tu belleza y disfrutar de tu fragancia?”

“Oh no, eso no sucederá jamás”, dijo la flor, “pues eso sólo me distraería de mi propio ministerio”.

“¿Así que tú estás en el ministerio? ¿A qué denominación perteneces?” preguntó el ave cantora.

La flor se rió. “Yo no estoy en ninguna denominación”.

“¿y en donde te congregas?”

“Oh, tampoco estoy involucrada con ninguna iglesia”.

“¿Has sacado algunos libros o grabaciones?”

“¡Por Dios, no!” se rió nuevamente la flor.

“¿Entonces qué clase de ministerio tienes? ¿Estás en el ministerio a tiempo completo, como yo?, preguntó el ave cantora.

“Oh si, es un ministerio a tiempo completo”, respondió la flor.

“Pero tú estás aquí en el desierto, sola. No hay iglesias, ni nadie con quien reunirse. ¿Cómo puedes estar en el ministerio a tiempo completo? Parece como un total desperdicio”.

“Ah, pero en eso estás equivocada”, explicó la flor. “¡Tú ves tu ministerio como algo para los demás animales, pero mi ministerio es para el Mismo Señor! Él me ha plantado aquí en el desierto, escondida del resto del mundo. Tú crees que es un desperdicio, ya que nadie puede verme u olerme. ¡Pero Él puede verme! Y la medida de mi fruto no es lo que soy para otros seres, sino lo que soy para Él”.

El ave cantora estuvo en silencio durante un buen tiempo. Finalmente dijo, “criaturas por todo el mundo están siendo bendecidas y animadas por mi música. ¡Quizás tú has sido llamada para ministrar al Señor, pero yo he sido llamada para ministrar a los demás animales!”

“¿Quién te dijo que has sido llamada a ministrar a los demás animales?” preguntó la flor.

“¡El Señor!”

“¿En serio?”, preguntó la flor.

El ave cantora pensó en lo que la ardilla le dijo aquel día, y en lo que le dijo la cierva, y en lo que las águilas dijeron, en lo que el zorro había dicho, y en lo que los demás animales dijeron. “Bueno…casi todo el que me ha escuchado cantar me ha dicho que el Señor me ha dado un don específico, un llamado especial, y un ministerio especial”.

“Sí”, admitió la flor. “Pero todas las criaturas de Dios tienen un don especial, un llamado especial, y un ministerio especial. ¿Quién te dijo que tu don, tu llamado, y tu ministerio son para los demás animales?”.

“Supongo que los demás animales”.

“Naturalmente”, continuó la flor. “¡Espera ¿Qué es esa mochila inmensa que tienes en la espalda?”

“Ah, ese es mi bolso de CDs de música y recursos ministeriales. Los llevo adondequiera que voy, pues de esa manera es que mi ministerio de tiempo completo se sostiene”.

“Se ve bastante pesado”, observó la flor.

“¡Créeme, lo es! Dijo el ave cantora. Pero es parte de estar en el ministerio”.

“Para tu ministerio, quizás”, dijo la flor. “¡no es parte de mi ministerio!” ministrar al Señor no es para nada una carga” (el ave cantora envidiaba en secreto a la flor, pero no se permitió admitirlo).

“Suena bien”, dijo el ave cantora. “Pero no estoy segura de que yo sepa cómo ministrar al Señor”.

“¿Recuerdas cuando solías cantar alabanzas al Señor en secreto cada mañana, y lo adorabas solamente por Quien Él es, sin ningún tipo de agendas o visión o plan o multitud o seres a quienes ministrar? ¿Recuerdas cuando simplemente cantabas las canciones que Él te daba, y todo quedaba sólo entre tú y Él?” preguntó la flor.

“Si”.

“¡Tú estabas ministrando al Señor! ¿Y cuál era tu recompensa, cunado nadie podía escucharte cantar, y simplemente le cantabas a Él?”

El ave cantora pensó. “No obtenía ninguna recompensa, ni reconocimiento, ni aplauso. Así que supongo que la única recompensa que obtenía era…Él?”

“Exacto”, sonrió la flor. “Cuando ministramos al Señor entonces el Señor se convierte en nuestra recompensa. Así que la pregunta es: ¿Jesús es suficiente para ti? ¿O la obra del Señor es más importante para ti que el Señor de la obra?”

Entonces el ave cantora tuvo que admitir que ella nunca tenía tiempo para simplemente cantarle al Señor de la manera en que solía hacerlo. Con todos sus viajes y presentaciones muy rara vez se tomaba el tiempo de sencillamente ministrar al Señor, de la manera que ella lo hacía antes de que alguien conociera cuán grande don tenía. Ahora el ministerio se había vuelto tan grande que el Mismísimo Señor había sido desplazado.

“Ahora lo veo”, admitió finalmente el ave. “Me metí en el ministerio, pero extravié mi llamado”.

“Eso es lo que sucede usualmente”, dijo la flor.

El ave cantora y la flor se sentaron juntas en silencio durante largo rato.

“Así que, ¿qué vas a hacer ahora? Susurró la flor.

“Pues regresar al principio”, dijo la flor. “El Señor está esperando encontrarse contigo allí”.

El ave cantora y la flor se abrazaron, y el ave cantora voló de regreso a su nido, dejando atrás la carga de su ministerio allá en el piso de aquel cañon. Y desde ese día en adelante el ave cantora se dedicó por entero a ministrar al Señor, como solía hacerlo al principio. Y el Señor le dio algunas hermosas canciones nuevas para cantarle…sólo a Él.

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CHIP BROGDEN is a best-selling author, teacher, and former pastor. His writings and teachings reach more than 135 nations with a simple, consistent, Christ-centered message focusing on relationship, not religion. Learn more »

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