El Llamado de la Cruz

by Chip Brogden

(traducción de Miguel Gonzalez)

“Cualquiera que no tome su cruz y me siga no es digno de mí” (Mat. 10:38) .

¿Eres tú digno (a) del Señor Jesucristo? Escucha lo que el Señor está diciendo aquí. “Si no tomas tu Cruz y me sigues, tú no me mereces”. No se trata meramente de una pregunta sobre si vamos o no vamos a seguir a Cristo. Lo crucial del asunto es: ¿hemos tomado la Cruz? Existe un orden para este llamado de hacerse discípulos de Jesucristo. Primero debemos tomar nuestra Cruz y sólo entonces podemos ir en pos de Él. No es “Primero síganme, y luego tomen su Cruz”. Tomar tu Cruz es el primer paso.

Nuestra aceptación o toma de la Cruz es básica para nuestro seguir a Cristo; no es algo a lo que estamos llamados a hacer luego de muchos años. La llamada “vida cristiana profunda” no es otra cosa sino la vida cristiana normal. Cualquier cosa menos que eso es anormal. No existe mayor profundidad para la vida del cristiano sino lo que Dios espera de todos nosotros desde el mismo comienzo. Si vamos a “profundizar” de alguna manera es solo porque hemos sido superficiales hasta ahora. Debemos tomar nuestra Cruz y seguir a Jesús.

Si yo voy a tomar la Cruz eso no solamente significa que estoy dispuesto (a) a morir, sino que significa de hecho mi muerte. La Cruz no es teórica, es muy real. Estar dispuestos a morir es algo bueno, pero morir realmente y luego volver a vivir es mejor. Tomar la Cruz hoy es aceptar la sentencia de muerte hoy. Es el comienzo del fin de mi vida. La Cruz no es algo que me debilita, es algo que me mata. Algunas personas creen todo está bien porque están dispuestas a morir por causa de su fe. Eso no es suficientemente bueno para Jesucristo. Muchos activistas religiosos radicales se sujetan explosivos al cuerpo y matan gente inocente y destruyen edificios por causa de su fe. Está claro que ellos están engañados por un falso sentido del deber – y sin embargo ellos tienen una devoción mayor a su religión que sus contrapartes cristianos a su Señor. La fe no es seguir a Cristo y luego morir, sino morir primero y entonces seguir a Cristo. En este punto las exigencias de Cristo superan con mucho a las de otras religiones. Cristo nos propone morir, y luego seguir.

Algunos dirán: “Yo estoy dispuesto (a) a morir ahora que lo he seguido”. La persona que conoce la Cruz dice: “Ahora estoy listo para seguirlo ya que he muerto”. ¿Por qué esto es tan importante? Porque Jesús sabe que ningún ser humano está calificado para seguirlo a menos que haya muerto primero. Jesús sabe que un ser humano no puede vivir hasta que ha muerto y ha sido levantado a La Vida. Por lo tanto Él nos pide que muramos, para que Él pueda levantarnos de la muerte por Su Espíritu viviendo en nosotros y entonces Él nos pondrá inmediatamente sobre la senda correcta.

Una Experiencia Común

¿Cuál es la experiencia de muchos cristianos? Se les ha enseñado a acercarse al Señor tal cual son, y permitirle que los salve. Entonces se les instruye para que lean la Biblia, oren, asistan a servicios eclesiales, paguen sus diezmos, y testifiquen de Cristo. Pero para su gran sorpresa, es más difícil para ellos evitar el pecado. Incluso luego de muchos años de activismo fiel no pocos aún luchan con los mismos pecados detestables. O, incluso si son capaces de dejar a un lado los pecados exteriores a fuerza de voluntad o presión de grupo, son evidentemente impotentes de vencer su propia condición interna.

Orgullo, chisme, celos, auto-justificación, intolerancia – muchos santos luchan con estas cosas por muchos años después de comenzar a seguir al Señor, incluso habiendo expulsado sus vicios más “físicos”. Y si echamos un vistazo lo suficientemente cercano encontraremos a veces que incluso estos obvios “pecados de la carne” todavía están presentes, con frecuencia contra su voluntad y a pesar de muchos intentos por abandonar sus deseos. Sin embargo no pueden vencerlos. En una palabra, a pesar de algunos cambios positivos, la vida del cristiano con frecuencia es una experiencia de muchas subidas y bajadas – unas pocas victorias esparcidas en medio de muchas derrotas, un ciclo de intentar, fallar e intentar nuevamente; luchando continuamente en contra del pecado.

Si se busca consejería, al cristiano en esa situación básicamente se le dice que se ciña los lomos una vez más y que redoble sus esfuerzos en oración, estudio de la Biblia, y asistencia a la iglesia. Un nuevo libro le promete darle el secreto de la vida cristiana, y él lee el tal libro con avidez y lo pone en práctica al menos en parte para bien, pero eso también falla en proveerle una solución definitiva a su condición crónica. O puede que se trate de una nueva enseñanza en audio, o una nueva iglesia. O quizás un nuevo énfasis en una enseñanza particular, involucrarse en la guerra espiritual, la oración, o en la alabanza. Si se cree que el ayuno es la respuesta, entonces se hará ayuno, pero no con resultados duraderos. Incluso puede que escuche el mensaje de negarse a sí mismo y diga amén a ello. Resuelve morir y negarse a sí mismo (a). Pero mientras más intenta morir, se convierte en alguien más vivo.

Durante muchos años esa fue mi propia experiencia. Oré por primera vez al Señor a los ocho años de edad, y luego busqué vivir una vida cristiana por mi propio esfuerzo. Recuerdo que cuando yo era sólo un chico de trece años de edad, me determiné a ir a la escuela y vivir sin pecar por un día entero. Se podría pensar que una tarea tal era algo comparativamente sencillo para un muchacho, ¡pero me encontré pecando casi antes de que comenzara en la escuela ese día! Mis pensamientos, mis palabras, mis acciones, todo se levantaba en mi contra para condenarme. Al final del día sólo me quedaba orar por perdón y resolver hacerlo mejor mañana. Sin embargo me encontraba nuevamente con el fracaso. Justo cuando estaba convencido de que la victoria sería mía, fallaba – ¡y ni siquiera eran las 9:00 de la mañana! Para la hora del almuerzo yo me había rendido, y para la tarde estaba nuevamente confesando mis pecados y resolviendo hacerlo mejor al día siguiente. A través de los años he aconsejado y orado por suficientes cristianos como para saber que mi experiencia no es única ni inusual, y es común para los santos de todas las épocas y trasfondos.

¿Cuál es el problema aquí? Simplemente este: intentamos seguir antes de haber muerto. Es desafortunado que luego de muchos años de servicio el Señor aún tenga que llamarnos de regreso a la Cruz, y sin embargo allí es precisamente donde debimos de haber comenzado.

A pesar de que necesitamos animar a las personas a venir tal cual son y confiar en el Señor para su salvación, también debemos enseñarles que deben calcular el costo y tomar la Cruz; ¡de otra manera ellos no son dignos de Jesús! Dios no puede llenarnos hasta que nos vacíe. La Cruz es donde somos vaciados para que Él nos pueda llenar. Desafortunadamente, la salvación como es predicada hoy en día no trae como resultado muerte, sino “debilitamiento”. Tenemos una alegría extática y una “experiencia cercana a la muerte” de una rendición parcial, de “muestra médica”, pero no es una muerte auténtica. El o la convertida simplemente cambia su conducta, llora unas cuantas lágrimas, y sin embargo aún vive. Comienza a seguir al Señor y a llenar su vida con actividad religiosa, pero sus muchas fallas y deficiencias prueban que algo le falta a su experiencia.

¿Qué le falta? Esa persona conoce la cruz sólo como algo sobre lo que Jesús murió por él o ella. La cruz no representa su propia muerte, sino sólo la muerte del Señor. La cruz es presentada con frecuencia sólo como el medio de expiación y perdón de pecados. Pocos se dan cuenta de que es también el medio por el cual entramos, así como también vivimos, la vida cristiana.

Seguir a Cristo versus Tomar La Cruz

Pueda Dios darnos visión espiritual para ver a las multitudes que declaran seguir a Cristo hoy en día. Si tomáramos uno de estos seguidores de entre la multitud y le preguntásemos si realmente está siguiendo al Señor, probablemente nos diría que sí. Si le preguntásemos cómo sabe que está siguiendo a Cristo, puede que nos indique un punto en el tiempo cuando hizo una oración de arrepentimiento y recibió a Cristo. O nos podría hablar acerca de la iglesia a la cual asiste, o de su conocimiento de las cosas espirituales, o de su ministerio particular. Es algo interesante que si bien la mayoría de los cristianos saben que no son salvos por medio de las obras, cuando se les presiona inequívocamente señalan sus obras como prueba de que ellos realmente están siguiendo al Señor.

Ciertamente nos queremos desanimar a nadie para que abandone sus actividades espirituales. Sin embargo mantenemos que es posible seguir a Cristo y sin embargo no ser dignos de Él. Tampoco estoy interesado en la habilidad de alguien para enseñar las Escrituras, asistir fielmente a los servicios de la iglesia, dar testimonio a los extraños, construir iglesias o mostrar cualquier otra “evidencia” externa de que sigue a Cristo. A pesar de ser bien intencionados, yo sólo quiero saber: ¿has tomado la Cruz? ¿Has muerto? Si vas a la Cruz y mueres, entonces hay esperanza para ti. De otra manera tú eres solamente otra persona religiosa.

Las personas harán lo que sea para salvarse de la muerte en la Cruz – si es necesario, incluso irán tras un estilo de vida religioso, moral, ético y espiritual – siempre y cuando vean un beneficio en ello. Ellos no entienden que Cristo no aceptará a aquellos que lo siguen a menos que tomen primero su Cruz.

Incluso el término “nacido de nuevo” implica una muerte, y un renacimiento. ¿Ha sido esa tu experiencia, o es sólo un eufemismo para significar “ponerse religioso”? ¡Algunos declaran haber tenido una experiencia de nuevo nacimiento cuando resulta claro que no han muerto para nada! Ellos han recibido algo de enseñanza, hicieron una oración, limpiaron su vida hasta cierto punto, e incluso realizan algunas obras buenas. Pero cualquier persona puede convertirse en alguien religioso y comprometerse en mejorar. Cuando se habla con tales personas tú esperas tocar al Señor a través de ellas, pero regresas con un sentido de que las tocaste a ellas, y no al Señor que ellos proclaman representar. Ellas están “vivas” y su propia vida te lleva a preguntarte su la Vida de Cristo podrá encontrarse en algún rincón de su alma. Parece haber muy poco espacio para Cristo porque el Ego permanece entronizado, incluso en medio de una montaña de obras y ministerio aparentemente espiritual. Esto explica por qué muchos dirán honestamente al Señor que han hecho muchas obras justas en Su Nombre, pero por todo eso Él replica: “apártense de Mí; Yo no los conozco”. ¿Cómo puede ser esto posible?

Cristo no nos llama a limpiar nuestra vida, sino a rendir nuestra vida. Así que el asunto no es si tú eres uno entre las multitudes que siguen a Cristo, sino más bien, ¿has tomado tú la Cruz? Pues este es el inicio de seguir a Cristo.

No yo, sino Cristo

¿Qué es la vida cristiana? Es yo en Cristo, y es Cristo en mí y a través de mí, haciendo lo que yo no puedo hacer por mí mismo. “He sido crucificado con Cristo. Ya no soy yo el que vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2:20a). Este es el secreto de la vida cristiana. No se trata de ceñirse los lomos y luchar para hacerlo mejor – es darse cuenta de que no podemos, y dejar de hacerlo, confiar en Él para hacer lo que no podemos. Nuestro problema es que pensamos que podemos hacerlo. Escasamente nos damos cuenta de que no podemos salvarnos a nosotros mismos, así que confiamos en el Señor para eso; pero en todo lo demás le pedimos al Señor que nos ayude a hacerlo por nosotros mismos.

Imagina la tontería de decirle al Señor: “Por favor ayúdame a salvarme a mí mismo. Trabajaré duramente y haré lo mejor que pueda. Oraré para que Tú me fortalezcas”. Si escuchas a alguien orando de esta manera, de seguro le explicarás que a pesar de que puede estar orando con un corazón sincero, está orando ignorantemente. Porque no somos salvos por confiar en que Cristo nos ayudará a salvarnos nosotros mismos, sino dejando de confiar en que nos podemos salvar a nosotros mismos y confiando en Él para que haga lo que nosotros no podemos. Una vez que entendemos que esto es por gracia, y no por obras, no hay nada más que hacer sino levantar nuestras manos al cielo y decir: “¡Señor Jesús, no puedo salvarme yo solo – confío en Ti para eso! ¡Recibo el regalo de Dios! ¡Gracias por salvarme!” orar para recibir la ayuda para esto se convierte en adoración a Dios porque ya ha sido hecho.

¿Pero qué ocurre luego? Seguimos adelante e intentamos poner en práctica las enseñanzas de Cristo con nuestra fuerza humana, nuestra fuerza de voluntad, y nuestras resoluciones. Eso no es cristianismo, eso es religión. Jesús no vino a decirnos meramente cómo vivir, ni siquiera a mostrarnos como vivir. Él vino para ser nuestra Vida. Yo vivo en unión con Él, y Él vive en unión conmigo. El Maestro es uno con el discípulo. ¿Dónde y cuándo se volvieron uno? En la Cruz. Eso es precisamente lo que nos dice Gálatas 2:20. Y por favor nota que el versículo comienza con: “Yo he sido crucificado con Cristo”. Por favor no te pierdas esto. No podemos ser levantados con Él a menos que seamos crucificados con Él. Yo estoy muriendo para que Cristo viva en mí. Yo acepto la sentencia de Muerte para poder tener Su vida en lugar de la mía. Ya no soy yo el que vive, sino Cristo es Quien vive en mí. En otras palabras, una vida así es algo que está completamente fuera de mí, totalmente fuera de mi alcance.

Verás, el problema no es mi impaciencia, mi ingratitud, mi pereza o mi orgullo. Esos no son sino síntomas del problema, pero la manera en que esto se toma comúnmente es que se tratan los síntomas y se deja de lado el verdadero problema – la condición que origina los síntomas. O para ponerlo de otra forma, podamos algunas hojas del árbol, pero el árbol permanece allí plantado.

El problema no es lo que hago, ¡sino lo que soy! Yo puedo ser capaz de cambiar mi conducta, pero no puedo cambiar quien soy. ¡El verdadero progreso ocurre cuando admito que yo soy el problema y le pido a Dios que ponga el hacha en la raíz! Tal fue la predicación de Juan el Bautista: “incluso ahora el hacha está puesta en la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado en el fuego” (Mateo 3:10). Jesús porta el hacha, y la raíz es aquello que me lleva a aceptar esas solicitudes de pecar – el Yo. Cortar el fruto malo no tiene sentido. Tan pronto como me deshago de uno, brotan tres más. Cuando me deshago de esos tres, brotan diez más.

Pon el hacha en la raíz y el problema del fruto se resuelve. Por al pecador a morir y el problema de sus pecados está resuelto. Que podamos ver que el mayor enemigo no está “allá afuera” en algún lado, sino justo aquí, dentro de nosotros. Como alguien ha dicho, hemos visto al enemigo, y somos nosotros. Así, la Cruz no busca reformarnos, sino transformarnos por medio de la muerte y la resurrección. Dios no cura removiéndonos de la ecuación. Nuestra vieja vida el cortada y una nueva Semilla comienza a echar raíces y a producir fruto espiritual.

¿Cómo vivimos la vida cristiana? Comienza con el acto de tomar la Cruz. Luego, y sólo luego de eso, podemos seguir; pues cuando dejamos de hacer nosotros, Él comienza a hacer. No podemos quedarnos con nuestra vida y tener Su Vida. ¿Cuál de las dos quieres? No puedes quedarte con la de Él y mantener la tuya también. Pero eso es exactamente lo que el ser humano quiere. Ellos quieren ir al cielo, pero también quieren hacer como les plazca sobre la tierra. Quieren las bendiciones de Dios, pero no quieren sacrificar mucho. Quieren reinar con Él, pero no quieren sufrir con Él. Quieren seguir Su voluntad, pero solamente cuando está de acuerdo con sus propias voluntades, de otra manera los verás luchar como gigantes y llorar lágrimas de auto-compasión. Con gusto aceptarán mensajes que hablen del poder, de las bendiciones, la vida eterna, y los dones espirituales; pero rechazarán los llamados a la auto-negación, a la sumisión, a rendirse y a la santificación. Ellos ven la vida cristiana como una comida buffet en la que ellos pueden escoger lo que quieran tomar. Permanecen en total control de sus propias vidas y Cristo está allí para brindarles asistencia en cuanto lo pidan si ellos se meten en problemas. Por lo demás ellos hacen como le place y siguen sus propios pensamientos, trazando sus propio sendero fácil en algún lugar cercano a, aunque no exactamente por, la Senda Estrecha. Esto tiene mucho que ver con las derrotas y fallas que sufren mientras luchan por ser “buenos cristianos”.

Por favor entiende que Cristo no está allí para ayudarte a convertirte en una mejor persona, sino para hacerte alguien tan débil y tan enfermo (a) de ti mismo (a) que no puedas hacer nada sino confiar en Él para hacer lo que te has dado cuenta que no puede hacer. No importa si ese algo “que no podemos hacer” es salvarnos a nosotros mismos, controlar nuestro temperamento, mantenernos en buenas relaciones con otros, criar a nuestros hijos, o vencer algún hábito negativo. El camino es el mismo. Luego de muchos intentos y fallas al fin nos damos cuenta de que no podemos, así que nos arrojamos sobre la misericordia de Dios y confiamos en Él para que Él haga lo que nosotros no podemos. Así como la salvación en nuestra a través de la fe por gracia, y no a través de nosotros mismos, así es vivir la vida cristiana.

La diferencia entre un cristiano derrotado y uno victorioso es simplemente ésta: el primero vive por su propio poder y le pide a Dios que lo ayude y que haga su voluntad casi como un pensamiento accesorio, mientras que el segundo se decepciona de sí mismo, se despoja de su vida, y confía en Cristo para vivir en su lugar todo el tiempo. La Cruz es el medio por el que Dios cumple esta tarea de llevarnos al término de nosotros mismos. Es entonces que podemos decir: “no yo, sino Cristo”.

Entregamos nuestras vidas para que podamos tener Su Vida. Vivimos la vida cristiana de la misma manera en que entramos en la vida cristiana – admitiendo nuestra incapacidad de hacer cualquier cosa por nosotros mismos, y confiando en Él para que lo haga a través de nosotros. Primero está el asunto de la salvación. Luego, y por el resto de nuestras vidas, está el asunto del diario vivir y trabajar nuestra salvación. Existe una diferencia inmensa entre pedirle a Cristo que me ayude a hacerlo y confiar en Él para que lo haga a través de mí. La diferencia es un asunto de éxito y fracaso, victoria y derrota.

¿Cómo viven su fe la mayor parte de los cristianos? Comienzan por gracia, pero rápidamente caen de regreso a las obras. Ellos ven a Cristo como que alguien que les ayuda a vivir, en vez de verlo como su Vida. Ellos no han muerto, y mientras más duro lo intentan, más frustrados se vuelven. Cuando finalmente se dan cuenta de que somos llamados a tomar la Cruz antes de comenzar a seguir, podemos ver la sabiduría de Dios al demostrarnos de frente que nosotros no tenemos, y nunca tendremos, lo que hace falta.

Jesucristo es el Único capaz de agradar a Dios. Nosotros simplemente no podemos. Yo sólo sirvo para morir. Por lo tanto, no solamente aceptaré Su muerte en la cruz para lidiar con mi pasado y mi futuro, sino que además tomaré mi propia Cruz y moriré, para que Él pueda vivir a través de mí en el presente. Entonces yo también agradaré a Dios en todo: no teniendo vida propia, sino sólo Su Vida. Eso es Resurrección.

Tomando La Cruz Diariamente

Y Jesús les dijo: “si alguien quiere venir tras de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz diariamente y sígame” (Lucas 10:23).

Hemos dicho anteriormente que la Cruz es el medio por el cual entramos, así como también vivimos, la vida cristiana. La mayoría de los cristianos entiende cómo entramos por el camino de la Cruz. Es decir, sabemos que la muerte de Cristo en la cruz, el derramamiento de Su sangre, nos redimió de tener que morir por nuestros pecados. Eso satisfizo el juicio de Dios contra nosotros y abrió la puerta para tener compañerismo con nuestro Padre celestial.

Este conocimiento es suficiente para ser salvos, pero si solamente conocemos la obra de la Cruz en términos de lo que Jesús hizo, seremos incapaces de vivir la vida cristiana de una manera significativa. A pesar de que hemos sido perdonados, somos incapaces de expulsar los pecados de los que nos hemos arrepentido. Por favor nota que Cristo llamó a la gente a tomar su Cruz, individualmente, y a seguirlo. Antes de que Él tomara la cruz física y muriera por nuestros pecados, Él nos dijo que llevásemos una cruz propia como prerrequisito para seguirlo. Más aún, Él nos dice que la Cruz que somos llamados a tomar no es un asunto de sola vez y ya. Jesús murió por nosotros una sola vez, y ya no hay más sacrificio que hacer. Dios nos requiere que Él tome la Cruz y muera cada día por nuestros pecados, y sin embargo Él nos dice que tomemos nuestra Cruz diariamente y lo sigamos. ¿A qué se refiere?

Nuestro pasaje en Lucas nos da una pista que el pasaje en Mateo no nos da. Nos hemos enfocado en tomar la Cruz primero, y luego seguir a Jesús. Ahora discutamos el preludio a tomar la Cruz: “niéguese a sí mismo”. La cruz física no es nada en sí misma. El procurador romano que sentenció a Jesús a muerte, Poncio Pilato, fue responsable de la muerte miles de criminales en cruces de madera. Si alguien entiende que lo que estamos diciendo es que hay algún poder intrínseco en un pedazo de madera colocado verticalmente con otro que lo cruza horizontalmente, esa persona está perdiéndose lo que importa.

La Cruz es un principio spiritual, una filosofía, un patrón, un símbolo de auto-negación. Cuando hablamos de la muerte de Cristo en la cruz física no colocamos la palabra “cruz” en mayúscula. Esa cruz es meramente un instrumento de muerte y fue un evento único, a Dios gracias. Pero cuando hablamos de la Cruz como un llamado a la auto-negación y al discipulado, colocamos la palabra “Cruz” porque ésta es algo más que un método de ejecución; es una actitud de negarte a ti mismo (a) diariamente, de someter tu vida en las Manos de Otro, y de entregarnos diariamente a la muerte de nuestra propia voluntad para que podamos seguir Su voluntad.

Pero hay más. Por favor entiende que la Cruz es más que muerte; también es resurrección. Esta es una cualidad única de la Cruz que somos llamados a llevar. La cruz física siempre termina en muerte para sus víctimas, con la sola excepción de Jesucristo. De manera similar, la Cruz es un principio que trabaja dentro de nosotros e involucra muerte y vida, sepultura y resurrección. Dios no nos mata para exterminarnos o para dejarnos en la nada. ¡No, no y mil veces no! ¡Todo aquel y aquella que es clavado (a) a la Cruz es traído (a) a Resurrección! ¿No dijo Jesús que si perdemos nuestra vida la ganaremos? ¿No dijo Jesús que si un grano de trigo cae en la tierra y muere lleva abundancia de fruto? ¡Aleluya! ¡Esa es la gloria de la Cruz! No hay ninguna gloria en morir como un perro y dejar de existir. No, tenemos algo más glorioso en mente que eso. ¡La Cruz no es el final de mi ser, sino el comienzo de mi ser – un nuevo hombre, un yo renacido, un yo creado de nuevo! ¡Y sin embargo no soy yo, es Cristo! Yo no puedo vivir realmente para Dios hasta que de verdad muero a mí mismo. Entonces, la vida que recibo es vida resucitada. Amigos, cuando vencemos a la muerte y somos resucitados, ¡no podemos volver a morir! ¡La muerte ya no tiene poder sobre nosotros! Por lo tanto debemos negarnos a nosotros mismos, tomar la Cruz diariamente, y seguir a Jesús.

Supón que un doctor te pregunta: “¿Estás vivo (a)?” ¿Cómo le responderías? La pregunta acerca de la vida y la muerte es aplicable a tu estado actual, no a tu experiencia previa. En otras palabras, tú no podrías decir que estás vivo (a) porque naciste hace treinta años, o porque cumpliste años la semana pasada. Esos son sólo hechos históricos; eso no necesariamente significa que tú estás vivo y sano hoy. Cuando escuchas sobre la muerte de alguien, tú puedes comentar que esa persona aparentaba estar bien el día anterior. Sin embargo, hoy está muerta. La vida es una condición diaria, no histórica.

De la misma manera, la pregunta sobre la vida espiritual es un asunto de mi condición hoy, ni hace cinco, o veinte, o cincuenta años. Siendo ése el caso, no es suficiente tomar la Cruz al comienzo. Para vivir hoy, debemos tener Su Vida hoy; y para experimentar Su Vida diariamente, debemos tener Su Muerte diariamente.

Luego de muchos años quizás podemos sonreír, cantar, aparentar ser amorosos, y estar muy comprometidos con una obra espiritual, y sin embargo tener poca Vida, vitalidad, o frescura de espíritu. Todo lo que tenemos que hacer es abrir nuestra boca y la persona con discernimiento percibirá rápidamente si lo que sale es Vida o Muerte. Podemos repetir palabra por palabra lo que dijimos la semana pasada, pero si no hemos tocado la Vida hoy, entonces sólo estamos recitando fraseología espiritual. O, quizás escuchamos un mensaje y tocamos la Vida del Señor en el hermano o hermana que la comparte en determinado momento. Luego la llevamos a casa y se lo comentamos a nuestros hermanos y hermanas, utilizado las mismas palabras e ilustraciones, y sin embargo fallamos en llevar Vida a los que nos escuchan. ¿Por qué? Porque eso es Vida prestada, no una entrada real en Cristo y un recibir de Él. Las palabras pueden ser correctas, pero sin Vida, incluso las palabras correctas son de muy poco valor.

Cristo comparó Su carne al pan que descendió del cielo, llamado maná, que caía diariamente y sostuvo a los hebreos durante su éxodo desde Egipto y subsecuente vagar por el desierto. Cada día se hacía todo un proceso para recolectar el maná fresco. Todo lo que no se comía para el atardecer era infestado de gusanos para la mañana siguiente. Estamos agradecidos por las multitudes que han probado la bondad del Señor, pero no se trata de probar al Señor, sino de alimentarse de Él diariamente. ¿Es ésta tu propia experiencia?

Nuestro Señor nació en un pueblo llamado Belén (o Bethlehem), que significa “Casa de Pan”. Cristo nos enseñó a orar: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Día a día comemos de Su carne y bebemos de Su sangre. Esto nos habla de Vida y comunión diarias. No importa lo que ha sido nuestra historia previa y caminar con Dios, todo depende del aquí y ahora. La unión debe ser mantenida; el compañerismo debe ser continuo; la comunión debe ser ininterrumpida; la permanencia es siempre una acción presente.

¿Cómo mantenemos la Vida del Señor en nosotros? ¿Cuál es el testimonio del apóstol Pablo? “Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro, para mostrar que el supereminente poder pertenece a Dios y no a nosotros. Somos afligidos de todas las maneras, pero no aplastados; perplejos, pero no llevados a desesperación; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos; llevando siempre en nuestros cuerpos la muerte de Jesús. Porque el que vive está siempre siendo puesto para muerte por causa de Jesús, para que la vida de Jesús pueda también ser manifestada en nuestra carne mortal. Así que la muerte está obrando en nosotros, pero la vida en ustedes” (2 Corintios 4:7-12). En otro lugar, él dice: “Yo muero diariamente” (1 Corintios 15:31). Eso es lo que significa tomar la Cruz diariamente. Deseamos la Vida del Señor diariamente, así que debemos tener Su Muerte obrando en nosotros diariamente. No existe resurrección sin crucifixión.

La respuesta a por qué hay tan poco poder y fruto espiritual genuino en las vidas de aquellos que siguen a Jesús es simple: ellos desean la Vida del Señor, pero no Su Muerte. Ellos quieren un derramamiento diario de la Vida del Señor, pero desprecian el tener que compartir a diario Su Muerte.

¿Por qué nos comprometemos en enseñar esto en profundidad? ¿Por qué elaboramos este punto una y otra vez? Porque los santos del Señor han sido bien instruidos en vivir de manera victoriosa, caminar en poder, vencer al enemigo, y vivir según su potencial. Pero en comparación, la mayoría de ellos no conocen casi nada de lo que es negarse a sí mismos, llevar la Cruz, jactarse de sus debilidades, estar gozosos en las pruebas, ganar perdiendo, ganar entregándose, trabajar descansando en Él, aceptar tanto lo amargo como lo dulce como regalos de Dios, soportar las aflicciones y aceptar el sufrimiento. Dios desea incrementar a Cristo y engrandecer a Cristo en nosotros; por lo tanto Él nos llama a regresar a la Cruz y comenzar de nuevo.

Cristo dice que debemos morir para vivir; que debemos primero tomar la Cruz antes de ser aptos para seguir a Jesús. Ese es el llamado de la Cruz. ¿Quién lo aceptará?

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CHIP BROGDEN is a best-selling author, teacher, and former pastor. His writings and teachings reach more than 135 nations with a simple, consistent, Christ-centered message focusing on relationship, not religion. Learn more »

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